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Día de Muertos en México conmemora 25 aniversario luctuoso de Rufino Tamayo

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El Día de Muertos se apropió del color, las sandías, los perros, el expresionismo e incluso el jaguar y la serpiente emplumada, distintivos de Rufino Tamayo al conmemorar el 25 aniversario de la muerte del artista mexicano.

Como parte de las tradicionales celebraciones mexicanas del Día de Muertos del 1 al 2 de noviembre, y como cada año, alumnos y académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dedicaron 85 ofrendas al pintor, grabador y escultor (1899-1991) en la Plaza de Santo Domingo de Ciudad de México.

David Vázquez, subdirector de Formación Artística y Cultural en la UNAM, aseguró que este año se consideró que “valía la pena recuperar el tema y su figura para reivindicar su presencia y el papel que juega en la cultura nacional”.

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“Al final del día es uno de los grandes artistas plásticos del siglo XX”, resaltó.

La tradición mexicana construye altares con ofrendas a los muertos durante las celebraciones, que el 1 de noviembre están dedicadas a los niños y el 2 de noviembre a los adultos. En este homenaje se hizo lo propio para homenajear al artista y difundir su obra entre los vivos.

Karen Cordero, historiadora del arte de la Universidad Iberoamericana, aseguró en entrevista a Efe que “una cosa muy importante en Tamayo es el manejo distintivo del color”.

“Tiene mucha sensibilidad y sutileza en su manejo de color como algo a veces más importante que la forma”, abundó.

Así, alterando su forma convencional y dejando de lado el papel picado, la comida, las flores y las velas, los altares usaron figuras geométricas simples, abstractas y con saturación de colores como rojo y azul, en tonos opacos, y el amarillo y el verde, en tonos vivos.

Otros altares retrataron además algunos de los periodos estilísticos del artista, identificados por Cordero como el de pintura al aire libre, arte infantil, fauvismo, pintura metafísica y expresionismo abstracto, convertido este último en su marca personal.

Con las típicas pinceladas gruesas de Tamayo, muchas ofrendas reproducen obras como “Los perros aullando a la luna”; un ejemplo fue el altar realizado por la Facultad de Derecho de la UNAM. Eva Cedillo, del Departamento de Cultura de esa facultad, describió a estos animales como “perritos estilo alebrijes”.

Junto al altar construido a base de papel maché, Cedillo aseguró que la idea fue crear una “rebanada de sandía gigante” dentro de la que “se encuentra Rufino Tamayo”.

“En una mano lleva sus pinceles y en la otra la pintura”, dijo, y agregó: “Como se trata de una ofrenda pusimos un poco de flor de cempasúchil en el piso”.

David Vázquez explicó que los altares “tienen como base un principio fundamental: el concepto de la dualidad”. Muchos recurrieron a figuras de la Luna y el Sol en obras de Tamayo, que Vázquez dijo hacen una analogía con la vida y la muerte.

Así, muchas de las ofrendas y la estructura principal de la exposición retomaron el mural “Dualidad”, que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología e Historia, en el que un jaguar se enfrenta a la serpiente emplumada: Quetzalcóatl.

Aunque muchos altares conjugan estas imágenes con elementos de arte prehispánico, la obra de Tamayo, a diferencia de la de sus contemporáneos, no se considera indigenista.

Dado que Tamayo nació en Oaxaca, la crítica temprana lo vinculó con el indigenismo buscando “una especie de ethos de lo indígena de su trabajo”, dijo Karen Cordero. Sin embargo, “la mayoría de sus murales no tienen ese carácter; tienen un carácter mucho más simbólico, hasta onírico”, apuntó.

El artista, dijo, usaba “la figuración y la expresión de formas lineales, con una intención más poética que narrativa”.

Estos altares recuperaron esta perspectiva pues dejaron de lado la narración típica de la muerte, usando elementos oníricos y de color para hacer un homenaje a Tamayo.

Como a Rufino Tamayo, durante los próximos días México celebrará y venerará a sus muertos como parte de una tradición prehispánica que ha evolucionado y perdurado hasta nuestros días.

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