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OPINIÓN: México se olvida de los fronterizos

Tráfico en el cruce fronterizo de San Ysidro el lunes 17 de mayo de 2021 en Tijuana, Baja California.
(Alejandro Tamayo/The San Diego Union-Tribune)
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Quienes vivíamos en alguna ciudad fronteriza con Estados Unidos, durante mucho tiempo nos quejábamos de que las decisiones con respecto a esa importante región se tomaban en las ciudades de Washington y en la de México, ambas muy lejos de la frontera, sin tomar en cuenta su dimensión local.

Desde ahí, se le daba importancia a lo que impactaba nacionalmente como la migración o el comercio y poco o nada se hacía en lo local, es decir lo que tiene que ver con las interacciones entre localidades fronterizas y que en algunos casos hacen intervenir grupos sociales en una gran extensión de territorio como es el caso en la frontera Tijuana-San Diego que en realidad, en su dinámica de interacción económica y social abarca desde Ensenada en Baja California hasta el norte de Los Ángeles en California.

Hoy es diferente, todo se decide en Washington, México ya no juega ningún papel relevante y ha cedido totalmente la gestión de una región que mejor aprovechada sería una de sus mejores cartas. Como si las decisiones no impactaran al lado mexicano.

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Uno de los ejemplos más recientes es que la frontera se encuentre, desde marzo de 2020, cerrada para cruces no esenciales en donde, sobra decirlo, es Estados Unidos quien define lo que es “no esencial”.

Desde la fecha mencionada, la decisión estadounidense se revisa y extiende cada mes y el gobierno mexicano ha hecho intentos totalmente fallidos para hacer creer que se trata de una decisión conjunta o de que por lo menos es tomado en cuenta. Alguno de esos meses se atrevió a decir que era una propuesta mexicana que Estados Unidos había “aceptado”.

Además, solo aplica en el sentido sur a norte, es decir, cuando se viaja desde México ya que, en sentido contrario, ni siquiera por guardar las apariencias, hay inspección alguna o por lo menos conos que obliguen a disminuir la velocidad.

Para los residentes fronterizos, el “otro lado”, retomando la terminología reciente, es esencial. Hay estudios que muestran que la mitad de quienes viven del lado mexicano, tienen familiares directos, estudian, trabajan o hacen sus compras cotidianas en la localidad estadounidense vecina. Hoy, si como es el caso para la abrumadora mayoría de los pobladores de estas localidades, solo se tiene visa de turista, no se puede entrar por tierra a Estados Unidos.

Para Estados Unidos la frontera con México será cada vez más importante y desafortunadamente no se ve del lado mexicano cuál es la estrategia para aprovechar, en beneficio de los mexicanos, en particular de quienes viven en las localidades fronterizas, esa relevancia.

Solo por mencionar dos ejemplos recientes de la importancia que tiene para Estados Unidos la frontera con México, basta recordar las recientes visitas de la vicepresidenta Kamala Harris y del ex presidente Donald Trump. Parecería que los republicanos o por lo menos un buen sector de ellos, escogieron a la frontera como campo de batalla hacia las elecciones presidenciales de 2024, presentándola como zona de riesgo para la sociedad estadounidense, y del lado mexicano nadie ha levantado la mano para decir que se trata de una región binacional, próspera y de oportunidades.

Como para hacer un guiño, el gobierno mexicano decidió que las vacunas contra el COVID-19 que venían de Estados Unidos se aplicaran a la población fronteriza, como para ver si así y por fin, se reabría la frontera. Ni siquiera se acordó previamente de esa manera. Simplemente en el estilo “declaro-luego es cierto”, el presidente mexicano dijo que ya estaban vacunados todos los residentes de algunas ciudades fronterizas como Tijuana y que entonces instruiría a su secretario de relaciones exteriores para que gestionara la reapertura de la frontera a la condición previa al COVID-19.

Desde algún lugar del mundo sin reflectores y en donde nadie le pregunte sobre asuntos internos o de sus responsabilidades pasadas, el canciller mexicano se apresuró a decir que no había nada que negociar y que esa apertura sería gradual y totalmente decidida por Estados Unidos.

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