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OPINIÓN: Las penas ajenas del canciller mexicano

ARCHIVO - En esta fotografía de archivo del 12 de noviembre de 2019, el canciller mexicano Marcelo Ebrard
ARCHIVO - En esta fotografía de archivo del 12 de noviembre de 2019, el canciller mexicano Marcelo Ebrard responde preguntas de los periodistas durante la conferencia de prensa diaria del presidente Andrés Manuel López Obrador, de pie detrás de Ebrard, en el Palacio Nacional de la Ciudad de México.
(ASSOCIATED PRESS)
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A la memoria de Roberto y Pina...

México ha tenido funcionarios con perfiles muy diversos como titulares de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Los menos han sido especialistas en relaciones internacionales. Salvo honrosas excepciones, casi siempre ha sido una designación de carácter político para conducir, sin hacer demasiado ruido, una política exterior no agresiva ni propositiva, sino que mas bien se va adaptando a las circunstancias internacionales y sobre todo al momento de la relación con Estados Unidos. Se trata pues de navegar en aguas tranquilas, cuidando la relación con el vecino.

Con AMLO como presidente es muy difícil ser secretario de Relaciones Exteriores. No hay una política exterior de la actual administración. La frase repetida en campaña según la cual la mejor política exterior es la interior, en la práctica no ha significado absolutamente nada y si en algún tema domina la improvisación es justamente en el de nuestras relaciones internacionales. La lista es interminable y el que da la cara y recoge los platos rotos es el canciller mexicano quien se ha convertido en representante de las ocurrencias de una persona y no de un país.

AMLO no viaja a ningún país y recibe poco a mandatarios de otros países. En más de tres años de gobierno solo ha viajado a Estados Unidos y ninguno de esos viajes ha sido para promover algún tema específico. Vaya ni siquiera se ha reunido con la numerosa e importante comunidad mexicana en ese país. Las agendas de esos viajes se han reducido a un solo evento en cada caso y en el primero de ellos fue para apoyar a Donald Trump que se encontraba en plena campaña electoral.

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Salvo una empatía setentera con algunos gobiernos de izquierda en Latinoamérica, que a México no le deja absolutamente nada, solo se conoce una posición clara con Estados Unidos y con España. Y esas posiciones distan mucho de corresponder a una política exterior. Se trata mas bien de desplantes.

Con respecto a Estados Unidos su posición inicial fue la de hacer todo lo que fuera necesario para evitar la ira de Donald Trump. Podríamos decir que sobre-escuchó las estridencias del presidente estadounidense y se sometió total y prematuramente. Tanto que fue uno de los presidentes que más se tardó en reconocer el triunfo de Joe Biden. Ese oído hipersensible que tuvo con Trump y que trajo como consecuencia una de las mas vergonzosas subordinaciones mexicanas ante su poderoso vecino, con la administración de Joe Biden se ha convertido en una especie de sordera y ceguera que no ve ni escucha los mensajes que le están enviando.

Ya es demasiado claro que estos enviados, entre los que destacan la vicepresidenta, la ministra de energía y el encargado de Estados Unidos para el clima, buscan transmitirle a AMLO que Estados Unidos no está de acuerdo con sus reformas energéticas y tratan de explicar las razones. El presidente mexicano cree que, con darles una visita guiada por Palacio Nacional, presumir sus conocimientos de historia de México y decir que la reunión fue respetuosa, las diferencias y oposición a sus reformas están zanjadas. Nuevamente, el que tiene que recoger el tiradero es el canciller.

Y ahora escaló el resentimiento con España, generalizando algunos supuestos actos de corrupción de empresas españolas en México, que no han sido ni siquiera denunciados formalmente, a todo el gobierno y pueblo español sugiriendo una “pausa” en las relaciones entre los dos países.

Hay quienes creen que esa sugerencia no es mas que un intento de distracción de los posibles actos de corrupción en los que se ha visto envuelto uno de sus hijos y de muchos otros temas que no están funcionando en su gobierno. Mejor hablar de España que del manejo del manejo de la pandemia, el pírrico crecimiento económico, los asesinatos de periodistas, la inseguridad o de los posibles actos de corrupción de su familia. Sobre todo, porque surgió de la nada, cuando la información sobre los lujos con los que vive su hijo en Houston era mas abundante y porque hacía apenas unos días los secretarios de relaciones exteriores de México y España habían sostenido una reunión amigable y cordial. Es decir, no es un tema que se viniera discutiendo en el seno de la administración de AMLO y me cuesta trabajo ver al canciller mexicano, egresado de El Colegio de México, originalmente la Casa de España, defendiendo las posiciones y dichos de AMLO en contra de los españoles.

Por si dar la cara y pasar la pena de estas actitudes no fuera suficiente, hay que aumentar que tiene que aceptar nombramientos de cónsules y embajadores amigos de AMLO y su familia o integrantes de grupos políticos que se oponen a que el canciller sea el candidato del partido en el gobierno en las próximas elecciones presidenciales.

¡Qué difícil ser el secretario de Relaciones Exteriores de AMLO! Más aun cuando se quiere ser candidato presidencial y para ello hay que aguantar de todo.

* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW:@mexainstitute

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