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Más migrantes chinos emprenden un peligroso viaje hasta la frontera de EEUU para solicitar asilo

Un chino recibe avena cocida de manos de un voluntario mientras aguarda junto con otras personas
Un chino recibe avena cocida de manos de un voluntario mientras aguarda junto con otras personas a solicitar asilo tras cruzar la frontera con México, el martes 24 de octubre de 2023, cerca de Jacumba, California.
(Gregory Bull / Associated Press)
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El joven chino parecía perdido y exhausto cuando los agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos lo dejaron en una estación de tránsito. Deng Guangsen, de 28 años, había pasado los últimos dos meses viajando hacia San Diego desde la provincia de Guangdong, en el sur de China, a través de siete países en avión, autobús y a pie, e incluso atravesó la peligrosa selva del Darién en Panamá.

“No siento nada”, dijo Deng en el estacionamiento de San Diego, insistiendo en usar el inglés entrecortado que aprendió de las películas de la saga “Harry Potter”. “No tengo hermano ni hermana. No tengo a nadie”.

Deng forma parte de una importante afluencia de migración china a Estados Unidos en una ruta relativamente nueva y peligrosa, la cual se ha vuelto cada vez más popular con la ayuda de las redes sociales. Los chinos fueron la cuarta nacionalidad más representada —después de los venezolanos, ecuatorianos y haitianos— en cruzar el Tapón del Darién durante los primeros nueve meses de este año, según las autoridades migratorias panameñas.

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Los solicitantes de asilo chinos que hablaron con The Associated Press, así como los observadores, dicen que tratan de escapar de un ambiente político cada vez más represivo y de perspectivas económicas sombrías.

Reflejan también una presencia más amplia de migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México —asiáticos, sudamericanos y africanos— que convirtieron a septiembre en el segundo mes con más cruces ilegales y al año fiscal 2023 del gobierno de Estados Unidos en el segundo con más cruces registrados en la historia.

La pandemia y las políticas de China contra el COVID-19, que incluían controles fronterizos estrictos, detuvieron temporalmente el éxodo, que aumentó drásticamente en 2018 cuando el presidente Xi Jinping enmendó la Constitución para eliminar el límite del mandato presidencial. Ahora la emigración se ha reanudado, en un momento en que la economía china enfrenta dificultades para recuperarse y el desempleo juvenil es elevado. Las Naciones Unidas han proyectado que China perderá 310.000 habitantes debido a la emigración este año, en comparación con 120.000 en 2012.

Se le ha llegado a conocer como “runxue”, o el estudio de la huida. El término comenzó como una forma de eludir la censura, y utiliza un carácter chino cuya pronunciación se escribe igual que la palabra inglesa “run” (“corre”), pero que significa “humedecer”. Ahora es un meme de internet.

“Esta ola de emigración refleja desesperación hacia China”, dijo Cai Xia, editora en jefe del sitio de comentarios en línea Yibao y exprofesora de la Escuela Central del Partido Comunista, en Beijing.

“Han perdido la esperanza en el futuro del país”, dijo Cai, quien ahora vive en Estados Unidos. “Entre ellos hay educados y no educados, trabajadores administrativos, así como propietarios de pequeñas empresas y personas de familias acomodadas”.

Quienes no pueden obtener una visa encuentran otras maneras de huir del país más poblado del mundo. Muchos se presentan en la frontera entre Estados Unidos y México para solicitar asilo. La Patrulla Fronteriza realizó 22.187 arrestos de chinos por cruzar ilegalmente la frontera desde México de enero a septiembre, casi 13 veces más que el mismo período en 2022.

Las detenciones de chinos alcanzaron un máximo de 4.010 en septiembre —un 70% más que en agosto—, convirtiéndose en la novena nacionalidad más detectada en la frontera de Estados Unidos y la más alta fuera de México, Centroamérica y Sudamérica. La gran mayoría eran adultos solteros.

La ruta popular hacia Estados Unidos es a través de Ecuador, que no exige visa para los ciudadanos chinos. Los migrantes de China se unen a los latinoamericanos allí para viajar hacia el norte a través de la alguna vez impenetrable selva del Darién, y a lo largo de varios países centroamericanos y México, antes de llegar a la frontera estadounidense. El viaje es tan bien conocido que tiene su propio nombre en chino: “zouxian”, o “camina por la ruta”.

El número mensual de migrantes chinos que cruzan el Tapón del Darién ha ido aumentando gradualmente: de 913 en enero a 2.588 en septiembre. Durante los primeros nueve meses de este año, las autoridades migratorias panameñas registraron 15.567 ciudadanos chinos que cruzaron el Darién. En comparación, 2.005 chinos atravesaron la selva tropical en 2022, y sólo 376 en total entre 2010 y 2021.

Las plataformas de videos cortos y las aplicaciones de mensajería brindan no sólo videoclips captados sobre el terreno, sino también orientación paso a paso desde China hasta Estados Unidos, incluyendo consejos sobre qué empacar, dónde encontrar guías, cómo sobrevivir en la jungla, en qué hoteles quedarse, con cuánto sobornar a la policía en diferentes países y qué hacer al encontrarse con agentes de inmigración estadounidenses.

Las aplicaciones de traducción permiten a los migrantes navegar por Centroamérica por su cuenta, incluso si no hablan español ni inglés. El viaje puede costar entre miles y decenas de miles de dólares, y se paga con ahorros familiares o incluso préstamos en línea.

Esto es muy diferente de los días en que los ciudadanos chinos pagaban a los contrabandistas —conocidos como “cabezas de serpiente”— y viajaban en grupos.

Con más recursos financieros, Xi Yan, de 46 años, y su hija Song Siming, de 24, no recorrieron la ruta Ecuador-México, sino que volaron a México vía Europa. Con la ayuda de un guía local, las dos mujeres cruzaron la frontera en Mexicali hacia Estados Unidos en abril.

“La tasa de desempleo es muy alta. La gente no puede encontrar trabajo”, dijo Xi Yan, una escritora china. “Los propietarios de pequeñas empresas no pueden sostener sus negocios”.

Xi Yan dijo que decidió dejar China en marzo, cuando viajó a la ciudad sureña de Foshan para ver a su madre, pero tuvo que irse al día siguiente cuando agentes estatales de seguridad y policías acosaron a su hermano y le dijeron que a su hermana no se le permitía visitar la ciudad. Se dio cuenta de que aún estaba en la lista negra del Estado, seis años después de haber sido detenida por reunirse en un lugar junto al mar para recordar a Liu Xiaobo, un ganador del premio Nobel de la paz que murió en una prisión china. En 2015 fue encerrada durante 25 días por una publicación en línea que recordaba a las víctimas de la masacre de Tiananmen, de 1989.

Su hija, Song, aceptó irse con ella. Graduada universitaria, su hija tuvo dificultades para encontrar trabajo en China y se deprimió, explicó la madre.

A pesar de los retos para sobrevivir en Estados Unidos, Xi Yan dijo que valió la pena.

“Tenemos libertad”, dijo. “Solía ponerme nerviosa cada vez que había un auto de la policía. Ahora ya no tengo que preocuparme por eso”.

Los migrantes que confían ingresar a Estados Unidos por San Diego esperan a que los agentes los recojan en un área entre dos muros fronterizos o en montañas remotas al este de la ciudad, cubiertas de arbustos y rocas grandes.

Muchos inmigrantes son liberados con fechas de audiencia en las ciudades más cercanas a su destino final, en un sistema que es un cuello de botella y tarda años en decidir los casos. Los inmigrantes chinos tuvieron una tasa de aprobación de asilo del 33% en el año fiscal 2022, en comparación con el 46% para todas las nacionalidades, según el Centro de Acceso a Registros de Transacciones de la Universidad de Syracuse.

Caridades Católicas de la diócesis de San Diego utiliza hoteles para brindar refugio a migrantes, incluidos 1.223 de China en septiembre. La estancia media en un albergue es de un día y medio entre todas las nacionalidades. Para los visitantes chinos, es de menos de un día.

“Los dejan por la mañana. Para la tarde ya buscan reunirse con sus familias. Van a Nueva York, van a Chicago, van a todo tipo de lugares”, dijo Vino Pajanor, director general del grupo. “No quieren estar en un refugio”.

En septiembre, el 98% de los arrestos de chinos en la frontera estadounidense ocurrieron en el área de San Diego. En la parada de tránsito, los migrantes cargan teléfonos, toman refrigerios, examinan montones de ropa gratuita y reciben consejos de viaje.

Los letreros en los baños portátiles y las cabinas de información, así como los anuncios por altavoz de un voluntario sobre el transporte gratuito al aeropuerto, están traducidos a varios idiomas, incluido el chino mandarín. Los taxistas ofrecen viajes a Los Ángeles.

Muchos migrantes que hablaron con la AP no dieron sus nombres completos por temor a llamar la atención sobre sus casos. Algunos dijeron que vinieron por razones económicas y pagaron entre 300.000 y 400.000 yuanes (entre 41.000 y 56.000 dólares) por el viaje.

En las últimas semanas, los migrantes chinos han llenado campamentos improvisados en el desierto de California mientras esperan entregarse a las autoridades estadounidenses para presentar solicitudes de asilo.

Cerca del pequeño pueblo de Jacumba, cientos de personas se acurrucaban a la sombra de una sección del muro fronterizo y bajo lonas toscas. Otros intentaron dormir sobre rocas grandes o bajo los pocos árboles que hay allí. Pequeñas fogatas los mantienen calientes durante la noche. Sin comida ni agua corriente, los migrantes dependen de voluntarios que distribuyen agua embotellada, avena caliente y sándwiches de mantequilla de maní y mermelada.

Chen Yixiao dijo que soportó un duro viaje para llegar a Estados Unidos. Refirió que la vida se había vuelto difícil en casa y que algunos migrantes experimentaban problemas con el gobierno y otros fracasaban en sus negocios.

“Estoy muy feliz de estar ahora en Estados Unidos. Este es el país de mis sueños”, agregó Chen, quien planeaba reunirse con sus familiares en Nueva York y encontrar trabajo allí.

En la estación de tránsito de San Diego, Deng planeaba dirigirse a Monterey Park, un suburbio de Los Ángeles que llegó a ser conocido como “Pequeño Taipei” en la década de 1980. Deng dijo que tenía un trabajo en Guangdong que le exigía conducir motocicletas, algo que consideraba inseguro. Mientras permanecía en la estación de tránsito, sentado en la acera con su pequeña mochila, varios africanos se acercaron para hacerle preguntas. Les dijo que llegó a Estados Unidos con 880 dólares en el bolsillo.

Debido a que no le proporcionó a la Patrulla Fronteriza una dirección en Estados Unidos, un agente programó una comparecencia inicial para él ante un tribunal de inmigración en Nueva York en febrero. Deng utilizó sus escasos ahorros para un vuelo de ida a Nueva York. Terminó con miles de otros inmigrantes en una tienda de campaña en el parque de la isla de Randall de la ciudad, sin estar seguro de cuál será su próximo paso.

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Tang informó desde Washington. Los periodistas de The Associated Press Christopher Sherman, en la Ciudad de México, y Eugene Garcia, en San Diego, contribuyeron a este despacho.

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