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‘Mamá, soy homosexual’

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LOS ÁNGELES.- La noche antes de confesarle a sus padres que era gay, Ricardo R. se durmió llorando y rogándole a Dios el milagro de convertirlo en heterosexual. Sin embargo, esto nunca sucedió.
Al otro día en la mañana, el joven de 17 años se dio un baño de agua fría para darse valor y se dirigió a la cocina con los puños cerrados y llenos de sudor.

“Mamá, soy homosexual”, dijo Ricardo, viendo a su madre a los ojos. Luego de un breve silencio, la señora arrojó una taza de café a la pared, y gritándole a su marido que venía entrando a la cocina, replicó: “Yo tuve un hombrecito… no hice un maricón”.

Mientras la señora lloraba, el padre de Ricardo, aún confundido, le dijo a su hijo: “No me digas que eres p… si has escogido esa vida, será mejor que te largues, porque aquí no hay lugar para los depravados de tu tipo”.

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Ricardo intentó controlar a sus padres, pero estos sólo le gritaban y lo ofendían en aquel techo humilde del Este de Los Ángeles, donde creció feliz.

“Así que solamente tomé mi mochila, un sweater y salí corriendo como ladrón… corrí sin rumbo. Mis lágrimas nublaban mi vista; no respeté semáforos ni céspedes. Mis padres me habían rechazado”, dice Ricardo.

Problemática

La historia de Ricardo no es extraña para la comunidad Lesbiana, Gay, Bisexual y Transgénero (LGBT), mucho menos en el condado de Los Ángeles, donde actualmente existe aproximadamente un 40% de indigentes de 18 a 24 años de edad que pertenece a este sector.

Este porcentaje se traslada a unos 2,300 jóvenes sin techo alguno, de los 7,000 jóvenes en total sin hogar. Aunque se estima que la estadística puede ser de aún más, ya que hay aquellos que duermen en sus autos, con amistades o parejas casuales, indican los expertos.

“Desgraciadamente, la homofobia en el hogar existe y se refleja en los números. Para muchas familias, especialmente latinas, el saber que sus hijos ‘salen del clóset’ es una experiencia que les asusta, y piensan que al correrlos del hogar, estos van a cambiar de parecer como si fuera una preferencia sexual y no una orientación”, dice Juan Castillo Alvarado, director de educación pública de la organización Alianza Latina por la Igualdad, que lucha por los derechos de la comunidad LGBT.

“Los jóvenes, con la mentalidad de ‘supermán’, se van de sus casas y sin apoyo alguno tienen el riesgo de descuidar la escuela, experimentar depresión, tirarse a las drogas o, peor aún, la hopersexualidad para recibir el amor y el apoyo que no reciben en la casa”, indica Alvarado.

Los estigmas enraizados
Por lo tanto, el miedo de los padres latinos cuando sus hijos ‘salen del clóset’ se ve expresado en furia, ya que no saben qué es exactamente ser gay, lesbiana, bisexual o transgénero.

“El temor surge en parte de la religión; creen que sus hijos se van a ir al infierno, y en muchos casos se culpan a sí mismos pensando que ellos pudieron haber influido en la orientación sexual de ello”, asevera Víctor Martínez, director de programas de la organización de apoyo LGBT, Bienestar.

El qué dirán las amistades es otro temor. No saben cómo van a reaccionar los familiares cercanos ni mucho menos los vecinos. Les asusta el rechazo y la burla, agrega Martínez. Los padres asocian también la orientación sexual con las enfermedades transmitidas sexualmente y temen que sus hijos sufran el maltrato que puedan recibir de la calle. No obstante, no se percatan de que la homofobia empieza en el hogar.

“Desafortunadamente, a nuestra organización vienen jóvenes preguntando por refugio. Nosotros aquí los referimos mientras tenemos grupos de apoyo para hijos LGBT en conflicto”, dice el director de Bienestar.

“Lo cierto es que a muchos jóvenes les toma años ‘salir del clóset’, y ese mismo tiempo le puede tomar a un padre aceptar a sus hijos”, agrega Martínez.

‘Se le congeló el rostro’

Con estos temores sin fundamento, fue como los padres de Omar Pichardo lo echaron de su casa. A los 17 años, el joven de la ciudad de Maywood se convirtió a la cristiandad en espera de cambiar su orientación sexual.

“Le rogaba a Dios que me quitara esto de ser gay, me sentía culpable por ser como soy e inclusive tuve novia”, dice Pichardo.

A los 18 años de edad, y convencido de que su orientación tenía un propósito en la vida, Pichardo le dijo a su madre una mañana: “Mamá, ¿sabías que soy gay?”.

“Se le congeló el rostro cuando le dije. En lugar de recibir apoyo, mi madre contestó que no quería a alguien como yo en su casa. De inmediato le habló a papá por teléfono quejándose, y alcancé a escuchar a mi padre al otro lado de la bocina diciendo: ‘No quiero jotos en mi casa’”, dice Pichardo.

“Mamá discutía que yo tenía novia y que sólo estaba confundido, pero yo le dije que no quería traer familia al mundo para luego abandonarla, que había hombres que hacían eso por cubrir su orientación y terminaban contagiando a sus esposas con enfermedades”, asevera.

Sin poder hacer razonar a su madre, el joven también tuvo que partir de su hogar.

Este noviembre es el tercer año que los supervisores de Los Ángeles enfatizan el mes de la concientización sobre los jóvenes sin hogar, y donde se le pide a la comunidad que los asistan de alguna forma.

“Sin embargo, a pesar de las organizaciones que ayudan a este sector y a una nueva ley que permite el matrimonio entre homosexuales en California, aún se necesita difundir la información, para que los padres puedan buscar ayuda así como los hijos”, dice Pichardo.

El desenlace

Ricardo ‘salió del closet’ hace un año y no ha regresado a su casa. El joven de ahora 18 años ha dejado de ir a la escuela y vive con amistades o en la calle. Sus padres no lo han buscado.

Omar Pichardo ‘salió del clóset’ hace cinco años. Un año después de irse de su hogar, regresó a casa, y la relación entre padres e hijo ha mejorado. Pichardo es un miembro activo de varias organizaciones sin fines de lucro y estudia ciencias políticas en Cypress College.

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