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Deportados esperan el Año Nuevo en México sin esperanzas de regresar a “casa”

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Cientos de deportados pasarán el Fin de Año hacinados en albergues abiertos en ciudades fronterizas de México con la tenue esperanza de que 2017 traiga buenas noticias en su deseo de regresar a Estados Unidos para poder reunirse con sus familias.

Con lágrimas en los ojos, José Ricardo Godínez recuerda que lo perdió todo el año pasado tras ser deportado. Ahora, ya en México, su familia en su país natal lo ha olvidado, y sus sueños se reducen a cocinarle a cientos de personas en la Posada del Migrante Cobina, quien brinda albergue a otros 600 inmigrantes desamparados.

Su Navidad fue triste, y como otros miles de indocumentados, esperan un 2017 no muy prospero por la amenazas de que en Estados Unidos se van a endurecer las medidas que eviten los cruces ilegales y las políticas migratorias.

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Altagracia Tamayo, fundadora de Cobina, indica a Efe que desde agosto pasado han recibido 4.200 inmigrantes.

Señala que las tácticas que utiliza el Gobierno estadounidense es “aventarlos” lo más lejos posibles de sus estados de origen, para que no obtengan los recursos necesarios para intentar cruzar de nuevo.

“Porque por aquí nada más hay de dos opciones para cruzar: o pagas 12.000 dólares a un coyote o pasas una mochila con droga”, dice Tamayo, quien desde hace 23 años se dedica ayudar a inmigrantes.

Esta mujer sonriente, de 54 años, sabe lo que es vagar por las calles sin alimentos y techo. A sus 16 años se fue de su casa, y la vida fue dura para ella en el centro de Mexicali, donde sabe lo que es comer la “comida que tiraban los restaurantes chinos, tomar el agua de la llave y enfermar de diarrea”.

Pero su lucha por ayudar a los demás la llevó a terminar una licenciatura en Trabajo Social.

“Los inmigrantes son gente buena, casi siempre tienen la misma característica: todos persiguen el sueño americano, la mayor parte huye de la violencia y la pobreza y casi todos dejan familias con la idea del progreso”, explica.

El albergue que dirige Tamayo brinda desayuno y comida a 150 personas diariamente, por una cuota simbólica, y los que no tienen, se les da el alimento gratuito.

“Son personas que los tuvieron por meses en centros de detención mal alimentados, comiendo pan con ‘peanut butter’ (mantequilla de cacahuete). Vienen flacos, llegan a la frontera sin una identidad, porque no tienen ni su acta de nacimiento, desilusionados con un sentido de derrota, sin ganas de regresar a sus tierras”, comenta.

Godínez sabe que el próximo año no será diferente al pasado, pero quizás lo afronta con más resignación, dejando atrás el episodio de su deportación.

Este mexicano de 38 años intentó cruzar siete veces por la frontera de Tecate, Baja California, y al no tener éxito se aventuró hacerlo por Los Algodones, en el mismo estado, donde logró alcanzar su objetivo, y llegar a EE.UU., donde vivió 14 años.

Pero su suerte cambió cuando su cuñado protagonizó un pleito en su taller mecánico y fue detenido por la Policía, luego remitido al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, para ser deportado por la frontera de Mexicali.

Encontró su refugio en el albergue Cobina, donde Tamayo, a quien cariñosamente llama “,amá”, le brindó un techo. Ahora, en agradecimiento, cocina para los cientos de inmigrantes que son deportados y se encuentran desamparados en la calles.

“No hay nada que festejar este Año Nuevo, mi familia en México ni me procura. Después de tanto dinero que les mandé mis tres hijos tengo tiempo sin verlos”, comenta a Efe mientras se limpia las lágrimas.

Como Godínez, miles de inmigrantes son deportados y dejados a su suerte. Por tal razón, los albergues han proliferado en la frontera, y nada más en Mexicali existen al menos media docena como Cobina.

Uno de ellos pertenece a Ángeles Sin Fronteras, grupo que acoge a más de 600 inmigrantes.

Sergio Tamai, director de Ángeles Sin Fronteras, acondicionó un antiguo hotel en el centro de Mexicali, donde recibe a cientos de inmigrantes, quienes duermen bajo carpas o colchonetas, y pese a las lluvias y el frío, decenas de ellos tienen que dormir en el tejado, por falta de espacio en el interior del edificio.

Y es que el problema de la sobrepoblación en los albergues de Mexicali es preocupante, asegura a Efe Tamai.

Este buen samaritano está convencido de que el problema, lejos de reducirse, se recrudecerá si finalmente el presidente electo, Donald Trump, cumple su promesa electoral de realizar deportaciones masivas de indocumentados.

“Eso sí será un verdadero problema, porque los albergues se están desbordando de la cantidad de deportados que avientan en la frontera”, opina.

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