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Mexicanos al grito de… “Fuera Peña Nieto, que se vayan todos. No al gasolinazo”

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Tomó el micrófono y advirtió: “Vamos a ir a la Cámara de Diputados, a las alcaldías, a las oficinas de gobierno. Vamos a encarar a los corruptos, a los rateros que están saqueando al pueblo de México”.

Señaló hacia a su derecha, rumbo a un Palacio Nacional protegido perpetuamente por vallas de hierro.

“Vamos a cantar el Himno para que se oiga hasta ahí adentro”, arengó también sobre el templete, pero soltó el micrófono y bajó al ras del Zócalo, a cantarlo llorando, en una mezcla de sal y rabia.

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Y cientos de personas cantaron con ella, una sencilla ama de casa que quería enseñarle al Gobierno cómo es ser patriota en tiempos de neoliberalismo.

Los participantes levantaron el brazo, haciendo una “V” de una victoria que aún no existe, que a lo mejor nunca llegará, pero que emociona sólo de pensarla: “Mexicanos, al grito de guerra.”.

Eran cientos de personas cansadas de la vida de reyes de los políticos, de las explicaciones que ya nadie cree del Presidente Enrique Peña Nieto, de su amiguismo a la hora de nombrar a ministros.

De los bonos navideños de diputados, de los vales para gasolina que se regalan mientras al pueblo le recetan el 24 por ciento de aumento a los combustibles, de una reforma energética que privatizó el petróleo y sólo encareció la canasta básica.

“Fuera Peña Nieto, que se vayan todos. No al gasolinazo”, decía una manta. Y la sostenía lo mismo el sacerdote Alejandro Solalinde, un religioso que nunca será príncipe de la Iglesia, que el señor Héctor Monroy, metido en una playera de la selección mexicana.

La marcha de El Ángel de la Independencia al Zócalo salió pasado el mediodía. Mientras ya en la Plaza de la Constitución cientos de ciudadanos hacían un mitin, cantaban el Himno y se preparaban para marchar hacia Los Pinos.

Ahí, Ana Sifuentes, de 33 años, madre soltera y costurera, estaba acompañada por sus 2 hijas adolescentes y contaba que había solicitado una cita con el Presidente y soportado que se burlaran de ella.

“Yo le voy a enseñar a gobernar, ¿y sabe cómo?, con humildad. Él (Peña) necesita ir un día al campo a trabajar, para poder entender a toda esta gente que está enojada”, decía.

En la jornada de protesta se sentía un calor intenso, por momentos como si algo fuera a incendiarse, y así las 2 marchas chocaron en Bucareli.

“¡A Los Pinos!”, gritaron los que iban del Zócalo. “¿A que van al Zócalo, si ocupado por la pista de hielo”, insistían.

Y los otros decían que no, que Los Pinos era todavía más inaccesible. Hubo gritos, acusaciones, y cada contingente siguió su rumbo, con las mismas consignas: “¡Fuera Peña!” “¡No al gasolinazo!” “País petrolero, y el pueblo sin dinero!”.

Y también hubo consignas que hacían que la marcha, así no llegara a las 10 mil personas, sumara al menos la victoria sobre el miedo a la represión con el pretexto de los saqueos: “¡No más miedo!” y “¡Yo protesto, no saqueo!”.

No hubo saqueos ni comerciantes bajando las cortinas. Y se diría que ni miedo. Los manifestantes mostraban su celular. Decían que en Puebla, Coahuila y Chiapas, también había manifestaciones.

“Piensa ¡oh patria querida! que el cielo/ Un soldado en cada hijo te dio”, cantaron las amas de casa, los estudiantes, las costureras, los taxistas y se daban ánimos. El Himno nacional, como una forma de defender a la Patria y a sí mismos.

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