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Para los científicos, el ‘Big One’ ocurrirá con certeza, sin importar cuánto el público prefiera negarlo

Earthquakes occur all over the world, mostly around plate edges, on faults. Here are three things to keep in mind to ensure safety in an earthquake.

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Los terremotos ocurren en todo el mundo, principalmente alrededor de los bordes de las placas, en las fallas. En este artículo, tres temas a tener en cuenta para reforzar la seguridad en caso de un temblor.

El temor a los terremotos es parte de la vida en California. Pero la gente experimenta esta ansiedad de maneras diferentes. Para algunos, el miedo es un detonador para tomar mayores medidas de protección: atan muebles pesados, aseguran los gabinetes de la cocina y mejoran sus casas y departamentos. A otros, el temor les provoca una negación; una ignorancia deliberada de los peligros durante años, hasta que la tierra comienza a temblar.

La sismóloga Lucy Jones ha pasado su carrera intentando comprender las actitudes del público hacia los sismos, con el foco puesto en que las personas sobrepasen ese estado de parálisis y negación.

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Jones afirmó que la manera en que expertos como ella solían hablar del tema no era muy efectiva; tendían a centrarse en la probabilidad de un gran sismo en los próximos 30 años, la duración de una hipoteca tradicional. También se esforzaban en decir lo que no sabían, algo que -ahora comprende- logró que la gente se desconecte del tema y solo ‘espere lo mejor’.

En el presente, la experta opta por un punto de vista drásticamente distinto. En un discurso magistral brindado a científicos en Japón, el 21 de mayo pasado, enfatizó que habrá un sismo realmente devastador, y que hay mucho que se puede hacer al respecto de forma anticipada para protegerse.

Sostener la negación se ha vuelto más difícil en estos días. Durante los últimos años, unas pocas ciudades de California han tomado medidas contundentes para requerir el mejoramiento de miles de edificios vulnerables. Se espera que el año próximo, científicos y el U.S. Geological Survey develen la primera fase pública limitada de un sistema de alerta temprana, que eventualmente ofrecería segundos -y quizás más de un minuto- de advertencia a través de teléfonos inteligentes y computadoras.

Tres factores que hacen que algo sea especialmente aterrador

Hay varios factores que hacen del peligro algo especialmente aterrador, afirmó Jones en una reunión conjunta de la Unión de Geociencias de Japón y la Unión Geofísica Estadounidense. La especialista nombró tres de las más grandes, y citó el trabajo del psicólogo Paul Slovic, de la Universidad de Oregon.

  • Algo que no se puede ver.
  • Algo que es muy incierto.
  • Algo que parece incognoscible.

“Todo esto despierta nuestros temores primarios de que un depredador invisible esté escondido en la selva”, aseguró Jones.

Los humanos odian la aleatoriedad

“Hemos literalmente evolucionado por el miedo a la aleatoriedad”, aseguró Jones. “Por lo tanto, respondemos intentando encontrar el patrón. Hemos evolucionado para encontrar estos patrones e inferir que las ondas en la hierba significan que hay un depredador escondido. Hallamos patrones incluso cuando no son reales”, explicó. “Vemos constelaciones en las estrellas. Cuando no hay patrones, intentamos crear uno”.

Pero hay un problema

En lugar de aceptar la aleatoriedad, el público se ha volcado a los científicos para quitar la incertidumbre de futuros terremotos, y los investigadores han dedicado mucho esfuerzo a intentar hallar una respuesta.

Hubo cierto optimismo en la exitosa predicción del terremoto de 1975, de magnitud 7.3 de Haincheng, en el cual las personas fueron evacuadas antes de que el sismo se desatara en China. Eso salvó muchas vidas, remarcó Jones.

¿Una gran parte de la respuesta? Hubo más de 500 sacudidas previas (foreshocks) al gran temblor, la mayor cantidad de ellas en las 24 horas anteriores al sismo principal.

“La predicción no ocurrió porque los chinos saben más que nosotros acerca de las sacudidas previas. Ellos emplearon un principio básico, cuantificado hace más de un siglo: un terremoto genera más probabilidades de otro terremoto, y por ende, supusieron que un enjambre de más de 500 sismos hacía aún más probable un gran temblor”, expresó Jones.

Los funcionarios de esa región de China tenían mucho por ganar al ordenar las evacuaciones, debido a la debilidad de los edificios con respecto a los sismos. También tenían menos que perder si se trataba de una falsa alarma, dado el sistema económico y político de la nación en ese momento, aseguró.

No fue repetible

Pero la gran conjetura de 1975 no se repitió cuando los científicos californianos intentaron hacer lo mismo en la parte central del estado.

Estaban tan convencidos de un patrón aparentemente lógico de terremotos en la ciudad de Parkfield, en el condado de Monterey, que proyectaron un 95% de probabilidades de otro sismo de magnitud 6 entre 1988 y 1993.

Los científicos se equivocaron. Recién en 2004 se concretó el temblor. El modelo, tal como quedó demostrado, no siempre funcionó bien.

Advertirnos de la probabilidad de un terremoto no nos hace sentir más seguros

En ello radica el gran problema de estar tan obsesionados con cuándo será el próximo temblor: eso no nos hace sentir más seguros.

Publicar las probabilidades de un terremoto devastador en los próximos 30 años simplemente no es bien recibido por el público.

Las ciudades de todo California hicieron poco, o nada, para decretar que los edificios vulnerables sean mejorados o demolidos antes de que se derrumben en un futuro sismo.

“Los psicólogos nos dicen que las cosas inciertas son más aterradoras. Algo que es espantoso e incierto es algo que preferimos ignorar”, expuso Jones. Por lo tanto, ¿qué podría hacerse al respecto?

Cambiar la pregunta

En lugar de cuestionarse “¿Qué quiere la sociedad de nosotros?”, los científicos comenzaron a considerar una pregunta aparte: “¿Qué necesita la sociedad de nosotros?”. Por lo tanto, en caso de terremotos, Jones cambió la respuesta.

Hablar de lo que saben los científicos; no de aquello que desconocen

Jones aprendió a concentrarse en lo que sabía, en lugar de en aquello que no conocía. Por un lado, junto con su equipo de investigadores publicó un escenario ciertamente plausible de un terremoto de magnitud 7.8 en la falla de San Andrés, que podría causar muchas muertes y el colapso de numerosos edificios.

Además, Jones aprendió a decirle a los propietarios que tendrían que pagar por la suerte de su edificio en un terremoto; ya sea abonando por un mejoramiento o por recoger las piezas luego de un derrumbe.

“Al enfatizar los aspectos financieros, alejé a la gente del miedo que puede paralizar la toma de decisiones”, aseguró. “Les mostré que tendrían que pagar por un terremoto, de una forma u otra. Ahora o después de que ocurra; era sólo una cuestión de tiempo”.

Sumado a ello, había un elemento de responsabilidad comunitaria: el colapso de un edificio afectaría al vecino de al lado y a varios más. “La decisión de un individuo que opta por no estar preparado aumenta las posibilidades de sufrimiento ajeno”, remarcó Jones.

Después de décadas de inacción, los líderes políticos y los propietarios acordaron que había algo por hacer. En 2015, Los Ángeles aprobó la más amplia ley de mejoramiento antisísmico del país, que requerirá que hasta 15,000 edificios en riesgo de daño durante un sismo sean fortalecidos.

Una responsabilidad moral

La tragedia puede ocurrir cuando el público en general no entiende el riesgo tal como los científicos. Jones recordó un viaje anterior a una zona devastada de Japón, arrastrada por un tsunami después del sismo de magnitud 9 que afectó la costa este de la nación, en 2011. Las comunidades allí soportaron un número de fallecidos tan alto como el 10% de la población, precisó.

La experta recordó visitar Otsuchi, donde el ayuntamiento de la ciudad estaba ubicado detrás de un muro de 20 pies, puesto que los expertos habían pronosticado un tsunami de 16 pies a partir del sismo. “Los líderes de la ciudad ignoraron el protocolo que decía que debían trasladarse a un terreno más alto y llevaron a cabo su reunión de emergencia en el palacio del ayuntamiento. Cuando el tsunami llegó, perdieron más de 1,000 personas, incluyendo la mayor parte del gobierno local”.

“La mujer que me acompañó en el recorrido me pidió que comenzara por entrar a ese santuario construido frente al ayuntamiento y que rezara por las víctimas, porque -tal como dijo- ‘tenemos que recordar por qué hacemos esto’”, detalló Jones. “Quiero que recordemos a las víctimas. Recordemos que la sociedad quiere nuestra ayuda -y la necesita- para salvar las vidas de las personas y sus medios de subsistencia”, expresó ante sus colegas científicos. “Lo que quiero decir es que, como comunidad científica, tenemos el deber moral de fomentar la información que pueda usarse para hacer de nosotros una sociedad más segura”.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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