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El mercado y la legislación frenan política de Trump ante el cambio climático

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Las recientes decisiones del presidente estadounidense, Donald Trump, sobre el cambio climático tendrán hasta cierto punto un impacto limitado “porque ya existe una lógica de mercado y unas regulaciones en Estados Unidos”.

Según explicó a Efe la directora de The Nature Conservancy en México y Centroamérica, Isabel Studer, las iniciativas de Trump de cambiar la regulación de emisiones de gases efecto invernadero o su salida del Acuerdo de París no tendrán repercusiones inmediatas por la complejidad legislativa del país y una lógica de mercado no tan fácil de reestructurar.

El objetivo de Trump parece evidente: derogar las regulaciones energéticas establecidas en 2014 por la Administración de Barack Obama (2009-2017) para así favorecer la producción de energía eléctrica utilizando el carbón como combustible.

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Trump tiene la convicción de que “para promover al sector empresarial y las inversiones” deben quitarse las regulaciones, lo que Studer atribuye a “una vieja tensión en Estados Unidos sobre si el Gobierno debe tener o no papel en el mercado”.

Su afán por un retorno al carbón se debe a que una buena parte de los votos obtenidos en su victoria electoral provienen de la clase obrera afectada por la transición energética y que espera ahora la recuperación prometida por el discurso populista de Trump.

Cuando Estados Unidos comenzó a ser un país exportador de energía gracias al gas, este se abarató de tal forma que las carboeléctricas comenzaron a cambiar su infraestructura.

“Muchas de ellas tienen un incentivo muy poderoso para utilizar el gas en lugar del carbón porque es mucho más barato”, afirmó Studer.

El gas natural, al tratarse de una energía más limpia, presenta menos emisiones de gases efecto invernadero.

“La conexión que él (Trump) hace es que se dejó de explotar el carbón por el cambio climático”, observó la experta.

La vuelta a la preponderancia del carbón resultará más compleja de lo que parece, pues “es muy difícil regresar a la producción de carbón porque muchas de las carboeléctricas de Estados Unidos son viejas”.

El carbón no es tan competitivo y su uso ha quedado obsoleto, fuera de la generación de electricidad.

Studer agregó que el Gobierno de EE.UU. está descentralizado, lo que supone que cada estado o ciudad tiene sus regulaciones medioambientales y muchas no concuerdan con el propósito de Trump.

Sin ir más lejos, paradójicamente, el estado de Texas, emblema de la industria petrolera, se encuentra actualmente compitiendo con el estado de California en la utilización de energías renovables.

“Cerca del 20 % de la energía renovable de Estados Unidos procede de Texas”, afirmó Studer.

Eso no quiere decir que las decisiones de Trump no puedan tener un impacto importante a nivel internacional, empezando por la salida del Acuerdo de París que entrará en vigor en 2020.

“El acuerdo parte del principio de que debe haber un consenso universal en cuanto a las reglas para enfrentar al cambio climático”, agregó Studer.

Cuando un país tan importante como EE.UU. no solo pone en cuestión las medidas, sino que pide desvincularse, puede provocar ciertos desajustes internos.

En este caso, “todo empezará en el momento en el que Estados Unidos tenga una recuperación económica y obtenga beneficios evidentes de no ser parte del Acuerdo de París”.

“Si hay un país miembro que se beneficia de no ser parte del sistema provocará que se desplome la noción de la racionalidad colectiva del resto de países”, explicó.

Y si además Estados Unidos logra una sólida recuperación económica, el resto de países podría reaccionar al estimar que el crecimiento económico no está vinculado a la reducción de las emisiones de gases efecto invernadero.

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