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El déficit comercial en máximos de casi una década tras primer año de Trump

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EFE

El déficit comercial creció un 1,6 por ciento en febrero y quedó en un saldo total de 57.600 millones de dólares, lo que un año después de la llegada al poder del presidente Donald Trump supone mantener su punto más alto desde octubre de 2008.

Según el informe divulgado hoy por el Departamento de Comercio, en el segundo mes del año, las exportaciones crecieron un 1,7 %, hasta los 204.400 millones; mientras que las importaciones lo hicieron otro 1,7 %, hasta los 262.000 millones de dólares.

La cifra es levemente superior a la anticipada por los analistas de 56.700 millones de dólares.

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La tendencia no parece detenerse, y en los dos primeros meses de 2018, el déficit comercial del país ha crecido un 22,7 % respecto al mismo periodo de 2017.

Históricamente, la economía estadounidense ha visto aumentar sus déficit en época de bonanza como la actual, con un crecimiento que se situó en una tasa anualizada del 2,9 % en el último trimestre de 2018, ya que impulsa el apetito de los consumidores por los bienes importados.

Tras haber amenazado con ello durante los primeros meses de su mandato, Trump impuso formalmente en marzo aranceles del 25 % y 10 % a las importaciones de acero y aluminio, respectivamente, e identificó esta semana un millar de productos chinos a cuya entrada al país podría aplicar también gravámenes adicionales.

Estas tensiones, a las que Pekín respondió con una tanda de aranceles a productos estadounidenses, ha hecho aumentar el peligro de una posible guerra comercial entre las dos principales economías mundiales.

Con China, el déficit comercial se redujo en febrero de 36.000 millones a 29.300 millones.

Por su parte, con México, con quien EEUU actualmente renegocia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte junto a Canadá, el déficit creció de 5.600 millones a 6.600 millones.

La agenda proteccionista de Trump, que sacó a EEUU del Tratado Transpacífico acordado por su predecesor, Barack Obama, con otras 11 naciones de la cuenca del Pacífico, supone un brusco cambio de rumbo de Washington, tradicional impulsor del libre comercio.

Los analistas consideran que la agenda de nacionalismo económico de EEUU supone “dispararse en el pie”, en palabras de Larry Summers , ex secretario del Tesoro.

“Esto es realmente un proteccionismo loco, estúpido”, dijo Summers al asegurar que acabará dañando a largo plazo la competitividad de la economía nacional.

Frente a esto, desde la Administración Trump se discrepa de este planteamiento y se insiste en la utilidad de esas medidas como estrategia negociadora.

El propio Trump rechazó que se estuviese en una guerra comercial con China, puesto que “esa guerra comercial se perdió hace mucho tiempo”.

En este sentido, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, afirmó que el objetivo es sentarse en una mesa de negociación: “No es una misión suicida, no se trata de hacer volar por los aires el mundo”.

Pese a las palabras de calma, lo cierto es que estas primeras escaramuzas comerciales han provocado preocupación y generado nerviosismo en los mercados globales

El Fondo Monetario Internacional (FMI), que en dos semanas presentará sus nuevas previsiones de crecimiento global que situó en enero en el 3,9 %, ha advertido que en las guerras comerciales no hay vencedores y todas las partes salen derrotadas.

Por ello, el organismo internacional instó a los países a resolver las disputas sin recurrir a aranceles u otras barreras.

“El impacto macroeconómico de una guerra comercial sería serio, no solo si EEUU toma estas medidas, sino especialmente si otros países se lanzan a tomar represalias”, apuntó Christine Lagarde, directora del FMI, el pasado mes en una entrevista radiofónica en Francia.

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