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Trump, el Frankenstein de la derecha estadounidense

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Si yo le hubiera dicho a usted hace 6 meses que hoy Donald Trump iba a ser el delantero y el favorito en el “Supermartes” de las elecciones primarias de Estados Unidos. Usted se hubiera reído.

Yo mismo me reía de Trump y me burlaba de él… y hoy Trump está ganando en la mayoría de los estados que están votando en el día más importante del proceso de selección de candidatos que tenemos en EE.UU.

Ahora, no solo la gente de este país está preocupada (…). El Partido Republicano al que Trump representa también, y no sabe qué hacer.

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El horror republicano

Este es un espectáculo único para la gente y un triste fenómeno interno para este viejo partido político; ver como sus dirigentes se horrorizan de que Trump se convierta en su candidato presidencial.

Lo peor de este espectáculo es que los dirigentes del partido, sus activistas, sus intelectuales y sus directivos quieren hoy bloquear a su candidato principal. Nadie había visto algo igual en la muy convulsa historia política estadounidense.

Recordemos que nadie tiene más la culpa de la candidatura de Trump, que los mismos republicanos.

Decir que Trump es un fenómeno nuevo, es un verdadero agravio a la realidad. El magnate no es un fenómeno, ni tampoco es una casualidad. El precandidato tampoco no está secuestrando el partido o al movimiento conservador, como dicen muchos de los republicanos en las campañas por la presidencia y por el Congreso de EE.UU.

Trump, le repito, no es más que el resultado y la creación del discurso y las acciones recientes y no tan recientes de su partido.

El Frankenstein de la derecha estadounidense

Trump es el monstruo que esta retroalimentando a un partido que desde hace, por lo menos 25 años, se ha alimentado del odio y de la intolerancia.

Y ahora este Frankenstein, como el de la leyenda, ya es lo suficientemente fuerte como para destruir a su creador.

En Washington, donde la moneda de cambio de todos los días es el poder, desde hace 7 años y medio la actividad preferida de los republicanos ha sido el obstruccionismo salvaje a todo lo que ha intentado hacer el Presidente Barack Obama.

Desde el inicio de la administración Obama, en Washington se hizo costumbre tener amenazas del cierre de gobierno cada renovación de presupuesto; También las llamadas persistentes para la anulación de las decisiones de la Corte Suprema cuando no favorecen a la derecha. La insistencia de que el compromiso político es un equivalente a la traición y los golpes internos contra los líderes del partido que se niegan a unirse a la demolición de una ideología que les sirvió de base a los racistas de los 50’s, pero que ya no le sirve a nadie ni va con el pensamiento de la gente razonable del siglo XXI.

Todo eso fue el material que poco a poco se fue juntando para hacer el barro con el que crearon a Donald Trump.

Lo irónico es que hoy toda esa suma de irreverencia y desprecio por lo que no sea extrema derecha, es lo que alimentó al movimiento popular que está coronando a Trump como su líder nacional.

El pueblo estadounidense está cambiando

Los republicanos han basado sus acciones en la intolerancia de su partido y en el desprecio y odio por todo lo que pueda ser de origen mexicano, o en la inmigración de de este grupo a Estados Unidos.

Con ese mismo tono, el partido de Lincoln y Reagan ha terminado no solo atacando a los inmigrantes, sino también a las mujeres, a los negros, a los gays; y sobre todo a la visión más progresista y más moderna de la gente joven del país.

Lo peor es que este ataque y este desprecio están ocurriendo en un momento en que esos grupos están formando la mayoría de la población estadounidense.

Vea usted a toda la gente que sigue a Bernard Sanders. Esa es la gente a la que el partido republicano ha hecho a un lado por años.

Trump es el resultado, no el origen

Hay que recordar que no fue Trump el que inició los ataques institucionales a los inmigrantes - legales e ilegales. Hace 4 años, Mitt Romney, el candidato de la estructura tradicional republicana, les dijo que se auto-deportaran.

Además, hay que recordar que fueron los expertos y los intelectuales del Partido Republicano, los que estuvieron siempre listos para golpear cualquier legislación que el presidente Obama presentara, no solo sobre inmigración, sino sobre cualquier tema.

¿Qué ocurre cuando pone usted a la xenofobia y a la intolerancia como el atractivo de un partido? Pues simplemente se atrae a los xenófobos y a los intolerantes… que todavía son muchos en EE.UU.

Y… por si fuera poco, está el odio a Obama por ser un afroamericano al mando de la Casa Blanca.

Es cierto que Obama es culpable de hacer un trabajo deficiente en algunos aspectos… pero eso no justifica estar en contra de él, en todo y para todo.

Ahora el Partido Republicano y sus dirigentes se asustan al ver como avanza su propia destrucción a manos del Frankenstein que ellos mismos crearon: Donald Trump.

Una crisis oscura y paranoica

La gente que sigue al magnate está “enojada” y molesta por el estancamiento de los salarios. Porque sus empleos se fueron y se siguen yendo a México, China, la India y Brasil.

La realidad es que los millones de estadounidenses que siguen a Trump están enojados por las cosas que los republicanos les han dicho que deben estar enojados, sobre todo en referencia a la actual administración.

Hoy el partido republicano está cosechado el fruto del odio y de la intolerancia que él mismo le inyectó, a su propia revolución.

Ahora los líderes del partido tratan de detener a Trump, cuando el tiempo para lograrlo se está agotando.

Pero ¿cómo detenerlo?

Algunos líderes republicanos y expertos hoy piden detener al precandidato, pero recuerde usted que estos líderes son los mismos que no hace mucho tiempo le tendían las alfombras rojas de bienvenida al partido republicano.

Son los mismos que decían que el punto de vista de Trump les traería una enorme contribución al debate político nacional.

Ellos son los mismos que hoy no saben qué hacer con Trump, se olvidan que fueron ellos quienes se negaron a atacarlo por temor a alienar a sus seguidores.

Esta lección es histórica: El fuego que el partido republicano encendió en protesta por un presidente negro, es el mismo del que nació Donald Trump, y es el mismo que ahora amenaza con destruir a su creación. Lo peor de todo es que hoy ya podría ser muy tarde.

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