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Tuvimos mala suerte con el COVID-19. El hombre equivocado está a cargo durante una crisis única en la vida

Trump pandemic briefing
El presidente Trump en una de sus muchas reuniones informativas sobre coronavirus.
(Associated Press)
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En su más reciente informe sobre el coronavirus, el presidente Trump dijo que determinar cuándo reabrir el país sería la decisión más difícil que tendría que tomar.

Él tiene razón. Los cálculos son complejos, hay mucho en juego, las consecuencias son inimaginables. Está atrapado entre obligar a millones de personas a dejar sus trabajos y causar una recesión que podría rivalizar con la Gran Depresión, o autorizar la muerte, posiblemente, de decenas de miles de individuos más reabriendo demasiado pronto.

Si tan sólo esas decisiones importantes no estuvieran en manos de un presidente, obviamente, que no está preparado ni equipado para tomarlas.

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No sólo ha mostrado repetidamente su desdén por la ciencia y los científicos, sino que también está tan enfocado en los negocios y Wall Street que es probable que otorgue un peso desproporcionado a las opiniones de aquellos que desean proteger la economía sobre las opiniones de aquellos que quieren salvar vidas.

Es contrario al pensamiento complejo, famoso por su incapacidad para concentrarse en sumarios o detalles, carece de empatía, es un irresponsable para tomar decisiones debido a una tendencia de confiar en sus instintos sobre las opiniones de los expertos.

No fue muy agradable ver cuando a Trump se le preguntó el viernes qué métricas tiene la intención de usar para decidir cuándo reducir el distanciamiento social y respondió señalando a su cabeza y diciendo: “La métrica está aquí, esa es mi métrica. Eso es todo lo que puedo hacer”.

Observarlo en sus sesiones informativas diarias sobre el coronavirus es un ejercicio para no fomentar la confianza, sino de lo contrario.

Es más que inquietante, aunque no sorprendente, que usaría una pandemia para realizar ataques políticos baratos a los demócratas, participar en divagaciones (¡y hacer bromas sexuales sobre modelos!), para continuar su guerra vengativa e inútil con los medios (“Digo que eres un periodista terrible”), y realizar el tipo de autopromoción pretenciosa que es incluso inapropiada en un mitin de campaña. (De hecho, tuiteó que las audiencias de las sesiones informativas de la Casa Blanca estaban “por las nubes”).

Envía mensajes contradictorios y ofrece información errónea. (¿No usará una mascarilla aunque la recomienda a medias para otros? ¿Va a reabrir la economía en Semana Santa? ¿Hidroxicloroquina para todos?).

Probablemente sea mejor dejar de lado sus actuaciones diarias. Lo único que realmente debería importarnos es si lo hará bien, si puede hacerlo bien.

Reabrir la economía no será como encender un interruptor de luz. El regreso a la normalidad será largo y lento, y su éxito dependerá de si las personas pueden tener la confianza de que es seguro y saludable regresar al mundo.

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Si la decisión de reabrir se toma de manera responsable, se hará sobre la base de los hechos y la ciencia. Sucederá sólo después de que tengamos la capacidad de evaluar ampliamente tanto las infecciones como los anticuerpos, y rastrear los contactos para que podamos identificar dónde y cómo se está propagando el virus.

Tanto la estrategia como el razonamiento detrás de la decisión deberán explicarse cuidadosa y abiertamente, para que podamos tener confianza en ella.

Este es el presidente, después de todo, que se demoró durante semanas en febrero y marzo en tomar las medidas necesarias para proteger al público.

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Además, estas decisiones deberán tomarse en el contexto del daño que estamos causando en nuestra economía, como ha señalado Trump. Ese daño ya es masivo, y cada semana de cierre profundizará la miseria y alargará el tiempo de recuperación.

Estas decisiones no dependen sólo de Trump, por supuesto. Los alcaldes y gobernadores de todo el país, los que han emitido la mayoría de las órdenes de distanciamiento social, tendrán que aceptarlas. Pero Trump tiene mucho que decir, y un púlpito poderoso.

Es probable que muchos líderes estatales y locales sigan su ejemplo.

Vivimos en una democracia, y hasta cierto punto, somos los creadores de nuestro propio desastre. Años de amargura y parálisis en Washington han llevado a una creciente alienación por parte de los votantes, lo que, mezclado con la demagogia y el mal uso cínico de la información por parte de algunos medios de comunicación y el propio Trump, nos dejó con el hombre equivocado a cargo.

Y él, a fuerza de mala suerte, se ha enfrentado a la mayor crisis de nuestro tiempo. Es una que ofrece opciones severas pero no respuestas simples o satisfactorias.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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