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El misterio del duelo, aprenda cómo estar presente

Woman in monochrome
(Tiziana Nanni / Getty Images)

“¿Es tu primero hijo?”, me pregunta la gente cuando me ve con nuestro hijo, y no sé qué responder.

“En realidad no”, digo, lo que confunde a la gente. “Fuimos padres de acogida”, añado, lo que a menudo los confunde más.

Mi esposo Eric y yo trajimos a nuestra hija de acogida, Coco, a casa del hospital cuando tenía tres días y pesaba menos de cinco libras. Durante diez meses, nuestro hogar fue el único hogar que conoció, hasta que el estado de Idaho reunió a Coco con su madre biológica.

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Un año y medio después, Eric y yo adoptamos a nuestro hijo. Fuimos elegidos por su madre biológica para ser sus padres. Estábamos en el hospital cuando nació. Durante nuestra primera entrevista con la trabajadora social de la agencia de adopción, nos dijo: “Háblame de tu duelo”. Supuse que se refería a los problemas de fertilidad que experimentan muchas personas que entran en el proceso de adopción”.

“No tuvimos problemas de fertilidad”, le dije.

“Lo sé”, dijo. “Me refiero a la pérdida de tu hija de acogida. Estoy hablando de tu duelo por falta de derechos”.

Nunca antes había escuchado esa frase, duelo por falta de derechos, para describir lo que había estado sintiendo desde que Coco se fue de nuestra casa: una pena que no se reconoce abiertamente, no se acepta socialmente, no se llora públicamente. El alivio llegó al tener un lenguaje para ello.

Vivimos en un pequeño pueblo de montaña y, después de que Coco se reuniera con su madre biológica, la mayor parte de nuestra comunidad nos apoyó en nuestro dolor, pero no todos. “¿Dónde está la bebé?”, me preguntó una vez una mujer en el supermercado, y cuando le dije que Coco ya no estaba con nosotros, que había vuelto con su mamá, que yo estaba desconsolada, la mujer dijo: “Pero siempre supiste que se iría, ¿verdad?”, como si el hecho de saberlo hubiera disminuido nuestro dolor.

“Ese duelo los hará mejores padres adoptivos”, dijo nuestra trabajadora social en aquella primera reunión. Nos explicó que nos conectaría con el dolor que nuestro hijo podría sentir por la pérdida de sus padres biológicos y nos ayudaría a entender el dolor que los padres biológicos podrían sentir por su decisión de dar a su hijo en adopción.

La científica social Pauline Boss creó el término “pérdida ambigua” para definir “las ausencias poco claras, y a menudo no reconocidas, en la vida [de las personas]”. Esto puede incluir a las personas cuyos seres queridos desaparecen en una catástrofe natural y cuyos cuerpos no se encuentran, a las personas que cuidan de sus seres queridos con demencia y a la experiencia de vivir una pandemia.

También se aplica a los padres que lloran la pérdida de sus hijos, independientemente de la circunstancia que haya provocado la pérdida.

Algunas de las preguntas más frecuentes sobre la paternidad: ¿Es tu primero hijo? ¿Tienes hijos? ¿Es tuyo?, deberían reformularse para que sean más abiertas. Preguntas sin respuestas de sí o no: ¿Cómo ha sido para ti la maternidad? Háblame de tu familia. ¿Cómo es la crianza de los hijos?, dan más espacio a quienes experimentan una amplia gama de emociones para responder. Nos dan espacio para hablar de lo que estamos viviendo.

Cuando Coco estaba con nosotros, su madre había recibido ayuda del Estado, incluida la asistencia financiera y el apoyo de trabajadores sociales y profesionales de la salud mental para que pudiera reunirse con su hija. Pero después de la reunificación esos apoyos se eliminaron gradualmente y su hogar volvió a ser demasiado peligroso. Los Servicios de Protección Infantil retiraron a Coco de la casa de su madre por segunda vez un año después de que se reunieran. Saber esto agrega otra capa a nuestras incógnitas, incluso más ambigüedad a nuestro dolor.

Nuestro hijo tiene ahora la edad que tenía Coco cuando tuvimos que devolverla a su madre. Juega con los mismos juguetes, está aprendiendo a comer con los mismos cuencos, cucharas y tazas para sorber. Duerme en la misma cuna.

Coco vivió con nosotros 286 días. El día 287 de la vida de nuestro hijo será una nueva experiencia de maternidad para mí.

A la mayoría de nosotros no nos han enseñado a estar presentes mientras vivimos en el misterio del duelo, ni a preguntar a otras personas sobre su experiencia. A veces desearía que viviéramos en una cultura en la que las personas en duelo llevaran ropa de otro color, en la que estuviéramos marcados de alguna manera, en la que nuestra pérdida se hiciera visible. Pero entonces recuerdo que todo el mundo estaría usando lo mismo.

“¿Es su primer hijo?”, nos preguntó una nueva enfermera a Eric y a mí en la última revisión de nuestro hijo.

“No”, dijimos Eric y yo al mismo tiempo. Y luego: “Sí”.

Sarah Sentilles es una escritora que vive en Idaho. Su último libro es “Stranger Care: A Memoir of Loving What Isn’t Ours”.

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