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Columna: La economía global se encamina hacia una recesión, y Trump sólo empeora el panorama

German Chancellor Angela Merkel and President Trump clash at 2018 G-7 summit
En la reunión cumbre del Grupo de los Siete del año pasado en Quebec, Canadá, el presidente Trump se enfrentó con la canciller alemana Angela Merkel y otros líderes mundiales. El mandatario volverá a la cumbre del G-7 este fin de semana en Biarritz, Francia.
(Jesco Denze / EPA/Shutterstock)
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Las banderas de advertencia ondean: la economía mundial se encamina hacia una desaceleración, y posiblemente hacia una recesión.

La tasa de crecimiento de Alemania, normalmente el motor de Europa, cayó por debajo de cero. Gran Bretaña está preparando una salida potencialmente caótica de la Unión Europea, este otoño. Las guerras comerciales azotan a China, Japón y Corea del Sur. El crecimiento de EE.UU también se ha desacelerado, en parte debido a las mismas batallas comerciales perjudiciales.

Antes de que Donald Trump fuera presidente, los líderes de las economías más grandes del mundo reaccionaban a esas señales preocupantes con una avalancha de reuniones y anuncios. Prometían reforzar sus políticas económicas mutuamente y reaseguraban a los mercados financieros que alguien estaba a cargo. Eso es lo que sucedió en medio de la crisis financiera de 2008, y también en recesiones anteriores.

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Pero esta vez no está ocurriendo, y Trump es una de las razones. Un buen ejemplo de ello es la cumbre del Grupo de los Siete (G-7) de este fin de semana en Biarritz, Francia.

El G-7 surgió en 1975 para este tipo de situación: como una acción conjunta para evitar una recesión (en ese caso, la recesión ya estaba en marcha). Sus miembros incluyen a Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá.

Una reunión normal del G-7 produce una declaración larga, a menudo aburrida, en la que los líderes enumeran todo lo que acordaron, comenzando con los esfuerzos para impulsar el crecimiento y resistir el proteccionismo comercial.

El presidente Trump está advirtiendo de un colapso económico si pierde, argumentando que incluso los votantes que personalmente le tienen aversión deben votar por él.

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Este año, probablemente no habrá un comunicado conjunto por primera vez desde 1975. “No tiene sentido”, declaró el presidente francés Emmanuel Macron, el desafortunado anfitrión, la semana pasada. Después de todo, Trump rechazó la declaración de consenso del año anterior.

El obstáculo principal es el comercio, específicamente, la decisión del mandatario estadounidense de hacer que los aranceles punitivos sean una parte central de su estrategia económica. Trump está envuelto en una guerra comercial a gran escala con China, y amenazó con intensificar la batalla en Europa, con aranceles a automóviles alemanes y vinos franceses.

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El viernes, Trump y China se atacaron con aranceles entre sí, lo cual provocó la caída de los mercados bursátiles. En una diatriba por Twitter, el presidente también “ordenó” a las empresas estadounidenses dejar de hacer negocios con China, aunque no tiene autoridad legal para hacerlo.

El domingo, el mandatario planea dar una conferencia a los otros líderes del G-7 sobre por qué deberían acceder a sus pedidos. Suena más a un truco de campaña que a un intento serio de evitar una recesión.

Seamos realistas: los economistas afirman que las guerras arancelarias de Trump han hecho más probable una recesión. Incluyen a su propio funcionario designado como presidente de la Reserva Federal, Jerome H. Powell, quien el viernes señaló que las batallas comerciales parecen estar perjudicando la fabricación y el gasto de capital de Estados Unidos.

“¿Quién es nuestro enemigo más grande, Jay Powell o el presidente Xi?”, respondió un furioso Trump en Twitter, comparando a su jefe de la Fed con el presidente chino, Xi Jinping. Ninguno de los dos presumiblemente disfrutó de ser etiquetado como un “enemigo”.

Pero los obstáculos para la acción internacional son más profundos que las políticas comerciales del presidente.

Trump cree que Estados Unidos, como el país más poderoso del mundo, generalmente actúa mejor sólo al buscar acuerdos individuales con otras naciones.

En su opinión, la política, como los negocios, es un juego de suma cero. Cada encuentro tiene un ganador y un perdedor. Otros países, incluidos aquellos que dicen ser sus aliados, generalmente conspiran para robarle descaradamente.

“Nuestros aliados se aprovechan de nosotros mucho más que nuestros enemigos”, declaró el mandatario recientemente. Eso no deja mucho margen para la cooperación, y no genera confianza entre los países más pequeños de que Estados Unidos pueda cuidar tanto sus intereses como de los propios.

No se trata sólo del G-7. Hay otras formas en que las grandes potencias pueden trabajar juntas para enfrentar una crisis económica. Los bancos centrales y el Fondo Monetario Internacional también pueden actuar.

Pero en la historia reciente, esas iniciativas han funcionado sólo cuando Estados Unidos ha dado un paso al frente. Ningún otro país tiene los medios. La Unión Europea está demasiado desunida; sobre China pesa una gran desconfianza.

Trump no parece interesado en asumir ese rol de liderazgo, no, al menos, si significa incluir a otros que no siempre están de acuerdo con sus puntos de vista.

“En la última crisis financiera, tanto George W. Bush como Barack Obama pudieron persuadir al resto del mundo de que todos en el bote salvavidas debían remar en la misma dirección”, afirmó Stewart M. Patrick, un académico del Consejo de Relaciones Exteriores. “Con Trump, el mensaje podría ser ‘cada uno debe cuidar de sí mismo’”.

“Se necesita un presidente que genere confianza en que tiene el mejor interés de todos en mente”, agregó Patrick. “Trump no ha hecho eso”.

Si llega una recesión, la cooperación internacional podría, con suerte, acortarla y suavizarla. Pero, ¿qué sucedería si Estados Unidos ya no quiere liderar ese intento? Al mando de Trump, podríamos descubrirlo.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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