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Algunas trampas que vale la pena recordar antes de volar -especialmente después de no hacerlo por un buen tiempo-

An illustration of a woman pulling a suitcase
(Ross May / Los Angeles Times; Getty Images)
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Luego de una pausa de 14 meses, tenía previsto volver a volar en dos viajes consecutivos, uno a Washington, D.C., otro al estado de Washington. Dos aerolíneas, dos tipos de boletos, todos con la misma misión: abrazar a gente querida. Las dos preguntas que tenía ante mí eran: ¿Podría abrazar lo ‘suficiente’ a mi familia, después de dos años de separación? ¿Y qué aprendería volando a Seattle y Washington Dulles en Delta y Alaska, respectivamente, desde LAX?

Respuesta a la primera pregunta: No. No es posible ‘abrazar demasiado’ a quienes se ama y se extraña. Respuesta a la segunda: Aprendí mucho y también me di cuenta de que la memoria física de los viajes se desvanece.

Aquí hay algunas trampas que vale la pena recordar, si piensa volar después de no hacerlo por un buen tiempo.

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Cuidado con lo que cree que sabe

Algunas de las nuevas reglas de vuelo se han repetido con tanta frecuencia que no pueden ser una sorpresa: use mascarilla en la terminal y en el avión, y esté preparado para una comida y bebidas limitadas durante el vuelo. ¡Recordado!

Pero he aquí algo que no anticipé antes de mi partida, a las 7:45 a.m., a D.C.: es posible que ese lugar en el que siempre me estacionaba no esté abierto. Compruébelo antes.

Salí de casa con tiempo suficiente para mi vuelo. Algo bueno, ya que me topé con una sorpresa: el Lote E -el espacio económico en LAX- está cerrado y no hay fecha prevista de reapertura.

El letrero en el Lote E decía que podía estacionar en el aeropuerto. Un mensaje grabado en el número de teléfono [(310) 893-4676] de la web del estacionamiento de LAX decía lo mismo; mi cuenta bancaria me dijo que no podía. Pero la grabación también me recordó que era posible estacionar en los hoteles cercanos y en lotes de terceros.

Es hora de renovar mi romance con el estacionamiento en Century Boulevard, que dejé plantado cuando abrió el Lote E, en 2019. Éste me recibió bien como siempre, pero me quedaba poco tiempo, así que en lugar de aparcar en la azotea -menos costosa (que a menudo dice que está llena, pero por lo general no es así)-, lo hice en el acogedor espacio cubierto.

Mis cinco días de estacionamiento costaron $133, solo $37 menos que mi tarifa de ida y vuelta en la cabina principal a D.C., en Alaska Airlines. Cuando el Lote E vuelva a abrir, terminaré mi relación con Parking Spot de nuevo (nota para Ben Affleck: hay que tener cuidado al reavivar viejas cenizas; siempre alguien resulta quemado).

Comparar precios vale la pena

Eso ya lo sabemos acerca de las tarifas aéreas, los autos de alquiler y los hoteles, pero también se aplica a los viajes compartidos.

Mi Uber a LAX para el viaje a Seattle costó $39.91, más propina. Pero al regresar, la tarifa cotizada desde LAX a casa fue de $63.71. Revisé Lyft y la cotización era de $40. Si hubiera sabido que el Lote E estaba cerrado, habría utilizado el viaje compartido para mi viaje a D.C. Lección aprendida. De nuevo.

La tarifa básica económica dejó de ser nuestra mejor amiga

En un intento por mitigar el golpe de la pandemia, las aerolíneas que ofrecen el boleto económico básico sin beneficios se relajaron. En la era previa, un boleto de tarifa económica básica que no se usaba era como tirar dinero por el desagüe. No había crédito ni reembolso. No se podía pagar un cambio con la esperanza de recuperar al menos parte del valor del boleto.

Durante la pandemia, los corazones duros de las aerolíneas se ablandaron y fue posible cambiar un boleto básico, evitar la tarifa de cambio y conservar su valor.

Ahora hemos vuelto a los viejos tiempos. Un boleto básico en la mayoría de las aerolíneas se transformó en el antiguo yo: sin cambios ni alivio financiero. Uno queda atascado y su pasión puede enfriarse.

Sin embargo, confieso: tuve mucha suerte con mi boleto básico de Delta a Seattle. Todas las cosas que hacen que la tarifa económica básica sea arriesgada (costos de equipaje y, a veces, prohibición de equipaje de mano; imposibilidad de seleccionar asiento hasta último momento, embarque al final y demás) no fueron un problema en mi viaje.

Volé con Delta en los últimos días de su política de asientos vacíos en el medio y me senté del lado del pasillo, en una fila de tres en la cual solo éramos dos. Tampoco tuve que abordar al final, porque Delta abordaba las filas al revés y mi asiento, el 21C, fue llamado en el primer grupo. A todos nos ofrecieron bebidas y bocadillos (almendras y una minibarra Clif), y finalmente pude ver “News of the World” al salir y “Soul” al regresar.

Delta también se ofreció a registrar mi equipaje de forma gratuita a mi regreso a LAX, aunque no tengo ni idea de por qué. Acepté felizmente porque no soy lo suficientemente alto o fuerte como para levantar mi bolso hacia el compartimiento superior sin ayuda -a mi ego le duele reconocerlo- y mi bolso me estaba esperando cuando llegué al carrousel de equipajes.

Por $150 ida y vuelta, ¿de qué puedo quejarme? Por desgracia, creo que mi primer viaje en tarifa básica también será el último, porque es posible que esas estrellas nunca vuelvan a alinearse. Pero fue divertido mientras duró.

Hay cosas peores que el llanto de un bebé

En la pre-pandemia, hubiera dicho: “Sí, ¿cómo qué?”. Un pequeño se quejó la mayor parte del vuelo de Dulles a LAX. No puedo decir que no lo escuché, pero sí puedo decir que no me importó. Al menos no mucho. Quizá he hecho las paces con la idea de que ese bebé no estaba en el vuelo solo para molestarme. O tal vez estaba tan fortalecido por todos esos abrazos que recibí de mi familia, que ese niño llorón no fue más que un detalle. Ojalá así me resulte siempre.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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