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La disposición del papa a mostrar su fragilidad es ejemplo para jóvenes y mayores

El papa Francisco en la ventana del Hospital Policlínico Agostino Gemelli en Roma, el 23 de marzo del 2025.
(Domenico Stinellis / Associated Press)

La fragilidad del papa Francisco quedó a la vista de todos cuando salió del hospital Gemelli de Roma el domingo pasado, tras cinco semanas de lucha contra una neumonía que casi lo mata. Apenas pudo levantar los brazos para bendecir a la multitud. Tenía los ojos hundidos y el rostro hinchado. Y le costaba visiblemente respirar cuando lo llevaron de vuelta al interior en silla de ruedas desde el balcón.

A lo largo de la historia, los poderosos han ocultado sus debilidades. El káiser Guillermo II de Alemania, la figura más fotografiada de su época, se esforzó por ocultar su brazo tullido. Franklin Delano Roosevelt escondió que utilizaba una silla de ruedas. Más recientemente, el expresidente estadounidense Joe Biden desestimó las preocupaciones sobre sus capacidades cognitivas.

En contraste, Francisco, un líder espiritual y no político, nunca ha rehuido de mostrar su debilidad. Para muchos, su disposición a ser visto durante su enfermedad funciona como ejemplo tanto para jóvenes como para mayores de que la fragilidad es parte de la condición humana, y debe ser aceptada.

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“¿A quién le importa si tenía los ojos hundidos? ¿A quién le importa si se ve hinchado? Es parte de su historia de vida. Él sabe que va a terminar. Lo vi viviendo su vida. Quiere seguir haciendo lo que hace mejor”, dijo S. Jay Olshansky, gerontólogo de la Universidad de Illinois en Chicago.

El papa de 88 años, quien ejerció el poder desde su suite en el hospital, es representativo de “un cambio drástico en el número de personas que llegan a la vejez extrema, y muchas pueden seguir funcionando a un nivel extremadamente alto”, agregó Olshansky, quien citó la “inteligencia cristalizada”, la acumulación de conocimiento y experiencia que permite una mejor toma de decisiones.

Francisco dice que la cuaresma se vive a través de la sanación
Para los católicos, la fragilidad de Francisco es fundamental en su ministerio de inclusión, que predica contra tratar a las personas marginadas como desechables, manifestó el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida.

“La fragilidad, para nosotros los creyentes, no debe evitarse ni excluirse. Al contrario, es una gran enseñanza”, declaró Paglia en una entrevista. “Contrasta profundamente con una cultura orientada a la eficiencia, con una cultura del rendimiento”.

En su tradicional Ángelus el domingo, el pontífice instó a los fieles a vivir la cuaresma previa a la pascua “como un período de sanación”.

“Yo también lo estoy viviendo así, en mi alma y en mi cuerpo”, dijo Francisco por escrito, el séptimo domingo consecutivo que su enfermedad le ha impedido dar la bendición desde una ventana con vista a la Plaza de San Pedro, como es su costumbre.

También ofreció oraciones por las zonas en conflicto del mundo, como Ucrania, Oriente Medio y la República Democrática del Congo, azotadas por la guerra, y por las víctimas del terremoto en Myanmar, como parte del ritmo habitual del papa al frente de la Iglesia católica de 1.300 millones de fieles.

Una lección sobre la fragilidad de la vida
La Iglesia “no es un estado ni una empresa. Es una comunidad de fieles, una familia. Y en una familia es posible ejercer un liderazgo con autoridad, incluso si no se está en la plenitud de la fuerza física”, dijo Paglia. Añadió que era una lección importante también para los jóvenes, “quienes deberían comprender que ellos también son frágiles, de lo contrario se encierran en sí mismos”.

Paglia inauguró esta semana una cumbre sobre longevidad en el Vaticano durante la cual subrayó que, a medida que envejece la población de personas mayores, debe haber un cambio de actitud para que esta esperanza de vida más prolongada se viva al máximo. “Necesitamos repensar la idea de la jubilación. Esos 20 o 30 años adicionales deben tener también un peso cultural, humano y espiritual para todos los demás grupos de edad. No son desechables”, recalco.

El doctor Francesco Vaia, defensor de los derechos de las personas con discapacidad, también opinó que el mensaje del papa es especialmente crucial en un mundo que envejece.

“El tema no es solo llegar a una mayor edad, sino ser activos, es decir, dar mayor calidad a nuestras vidas más largas”, explicó. “Avanzamos hacia una sociedad inclusiva”, que contrasta con un “mundo de usar y tirar en el que se hace de lado a los débiles, los discapacitados y los ancianos”.

“Sobrepasemos la teoría del superhombre y la supermujer. Somos hombres y mujeres con nuestra fragilidad y discapacidad”, dijo Vaia, y añadió: “Este papa puede continuar siendo el papa”.

Incluso las imágenes de Francisco con la cánula de respiración nasal mientras era trasladado al Vaticano normalizan una realidad de vida para muchos adultos mayores que viven con tanques de oxígeno. “No deberíamos avergonzarnos de esto”, dijo Vaia.

El papa Juan Pablo II también fue a menudo elogiado por mostrar su sufrimiento durante su larga lucha contra la enfermedad de Parkinson, aunque el Vaticano también se esforzó bastante por ocultar su fragilidad: nunca se le vio en silla de ruedas, por ejemplo, sino empujado en una silla de madera con ruedas o sobre una plataforma móvil.

En contraste, Francisco llega a los eventos en silla de ruedas y se ve que lo levantan a un asiento más formal para las misas o para dirigirse a los fieles.

El pontífice tampoco dudó en mostrar su estado de debilidad desde el hospital. Una grabación de su voz —entrecortada y apenas audible— fue reproducida en la Plaza de San Pedro a las tres semanas de estar hospitalizado como primera señal de vida. Le siguió una fotografía suya tomada desde atrás en su capilla personal en el hospital —con el crucifijo y el altar como puntos focales— mientras cocelebraba una misa.

Si bien la aparición de Francisco en el balcón del hospital no necesariamente proyectó vitalidad, el médico que coordinó su tratamiento hospitalario la interpretó como una señal de su fortaleza.

“Ustedes vieron cuando miró hacia afuera: es frágil. Pero su fortaleza reside en que pudo dar, incluso con cierta dificultad, la bendición”, dijo el doctor Sergio Alfieri. “Miró a la plaza y dio la bienvenida a la mujer con las flores amarillas, como diciendo: ‘Mantengo el buen humor’. Es fuerte en este sentido; un espíritu fuerte”.

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