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Los estadounidenses necesitan una mejor versión de Halloween: un Día de Muertos oficial

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Tuve que ver la brillante película de Pixar, ‘Coco’, para descubrir lo que me faltaba: los esqueletos bailando, las tumbas adornadas de flores, los altares llenos de velas y fotos enmarcadas de seres queridos fallecidos.

Estoy hablando del Día de los Muertos, y aunque la celebración de esta festividad mexicana ya está establecida en los rincones latinos de los Estados Unidos, estoy proponiendo que vayamos por todo y declaremos el Día de Muertos como una festividad oficial en Estados Unidos.

He aquí las razones por las que expongo esta idea. Soy una periodista de 62 años, diagnosticada por primera vez con cáncer en 2014. Como escribí en el Times en otras ocasiones, a pesar de la cirugía, la quimioterapia y la radiación, mi enfermedad hizo metástasis en 2015. Cuando tres médicos diferentes me dijeron que viviría seis meses o “un año”, comencé a pensar mucho sobre la muerte.

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Hasta entonces, como la mayoría de los estadounidenses, había evitado el tema. La muerte era algo de lo que había que huir, un gigante negativo, un oscuro misterio, el fin de todo. El dolor y la pena parecía todo lo que esperaba cualquier consideración, forzada o no, de lo que Shakespeare llamó “el país desconocido”.

No era necesario que el psicólogo Ernest Becker haya fallecido, el cual ganó el Premio Pulitzer en 1974 por su libro “La negación de la muerte”, para reconocer que la mayoría de nosotros haremos cualquier cosa para ignorar la mortalidad hasta que llegue directamente a nosotros o a un ser querido.

Para Becker, este tipo de evasión “impregna la cultura humana” y “es una de las fuentes más profundas de intolerancia, agresión y maldad” en la Tierra. He aprendido la manera difícil de acabar con la negación de la muerte. Y ahí es donde entra “Coco”.

En la película de 2017, Miguel, de 12 años, se embarca en una búsqueda en la tierra de los muertos para encontrar a su bisabuelo, quien falleció hace mucho tiempo. En el camino, el niño supera los obstáculos y encuentra la verdad en los lugares menos esperados.

La aventura de Miguel se produce durante los días festivos (a partir del 31 de octubre —Halloween— la víspera de todos los santos) y revela el real significado de este día: mantener a los muertos “vivos” celebrando los vínculos entre nuestras vidas en el presente y las vidas de aquellos a quienes honramos desde el pasado.

En lugar de relegar la muerte a imágenes espantosas como las historias de zombis que los estadounidenses adoran tanto, el Día de los Muertos reconoce, con alegría, que se acerca un final para todos nosotros.

Como alguien que ve terminar más claramente su línea de tiempo, he encontrado mi propia respuesta a la pregunta de qué le da sentido a la vida.

Pero imagínese si millones de estadounidenses —incluidos aquellos que no enfrentan la muerte en un calendario tan inmediato— se conectaran cada año con el finito que somos cada uno de nosotros en la vida, enfatizando la realidad de que no importa nuestras divisiones, al final todos estamos unidos por nuestra mortalidad.

El Dia de Muertos es una celebración, pero no es una fiesta de fraternidad. Tiene un lado profundamente espiritual. En México, las familias presentan sus respetos a las almas de los muertos con desfiles, comidas alrededor de las tumbas, vigilias de toda la noche, reuniones de oración y mucha música.

Algunas familias construyen altares (ofrendas) a los muertos, llenas de recuerdos, con la comida y bebida favorita del difunto y fotos. Cuentan historias de sus vidas y de los seres queridos que se han ido.

La religión juega un papel, pero las festividades no son realmente acerca de la creencia en una vida después de la muerte. En última instancia, el Día de los Muertos es una fiesta de lo que une a los vivos con los muertos.

La expansión formal de esta festividad mexicana a Estados Unidos podría representar una reverencia arrepentida a un país cuyas relaciones con Estados Unidos se encuentran en un punto muy bajo debido a los muros fronterizos, los insultos étnicos, las separaciones familiares y las políticas cinicas de inmigración.

Y no es solo México, partes de África, China y Japón también reservan un día especial cada año para honrar a sus muertos.

Las ciudades y pueblos de todo el Oeste ya hacen espacio para las vacaciones con calaveras de azúcar y esqueletos de papel maché, pan de muertos y ofrendas dispuestas entre las lápidas en cementerios, galerías de museos y parques.

Habría resistencia en Washington pero, al final, los festejos ganarían.
Gracias a la buena suerte, a un gran médico y a la inmunoterapia, mi proximidad a la muerte se ha extendido a un horizonte temporal más largo.

Al igual que otros pacientes con cáncer que han respondido a nuevos medicamentos, estoy agradecida de haber vivido varios años más de lo que mi esposo, mi familia y mis amigos podrían haber imaginado. Pero más que la mayoría de la gente, nunca puedo olvidar que la muerte está llegando.

Qué maravilla sería si las personas moribundas, todos nosotros, salieran de la vida sabiendo que cada año la conexión de la vida con la muerte se glorificaría en lugar de llorar o temer.

Un Día de los Muertos estadounidense podría alentarnos a detener la negación, considerar el final de nuestros días y reconocer plenamente la cantidad imperfecta de tiempo que nos conecta a todos.

*Melinda Welsh es la ex editora de Sacramento News & Review.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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