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Mi larga y agonizante búsqueda para encontrar al hombre judío perfecto

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Yo era una estudiante de último año en la escuela preparatoria teniendo una conversación típica entre novios. ¿De qué religión criaríamos a nuestros hijos? Su respuesta de 17 años de edad, perfectamente normal: Puedes quedarte con las niñas y yo me quedaré con los niños.

Fue en este punto que decidí que si por alguna extraña razón esta relación no funcionaba, solo saldría con judíos. No funcionó, y empecé mi búsqueda de mi hombre judío perfecto.

Encontré a ese chico en mi primera semana de universidad. Era un año mayor y quería ser abogado, igual que yo. Ocho años más tarde, cuando nos graduamos de la escuela de derecho y nos estábamos estableciendo en nuestras carreras, me propuso matrimonio. Yo, por supuesto, dije que sí.

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Tres días después, durante una conversación telefónica, me informó que necesitaba cancelar el compromiso. No estaba listo para casarse. No sabía qué lo prepararía, pero quería seguir saliendo. Le dije que si no estaba listo ahora, nunca lo estaría, y terminé la relación.

Secretamente esperaba que simplemente tuviera dudas y que me llamara diciendo que ya estaba listo, pero la llamada nunca llegó. No había salido con nadie desde que tenía 18 años. Necesitaba aprender todas las reglas de citas, pero mi regla número 1 era que tenía que ser judío.

Me mudé a un nuevo trabajo en el Condado de Orange con muchas esperanzas de que un nuevo entorno ayudaría en la búsqueda de mi hombre judío perfecto. Puse un anuncio en el Jewish Journal. Asistí a eventos de solteros judíos. Me inscribí en Jdate. A medida que se acercaba mi cumpleaños número 30, sentí como si hubiera agotado toda la piscina de citas judías en el Condado de Orange.

Para evitar deprimirme me mantuve socialmente activa. Creía firmemente que si no estaba contenta conmigo misma, no podría estar contenta con otra persona. Tenía un gran grupo de amigos e intenté mantener mis fines de semana ocupados.

También empecé una amistad con Mike, un hombre vietnamita que trabajaba como oficial de libertad condicional en el juzgado. Mis amigos me dijeron que le gustaba, pero les expliqué que esto era ridículo. Él sabía que yo salía solo con chicos judíos. Solo éramos amigos.

Fuimos a los juegos de Los Ángels, partidos de tenis y cenas. Una tarde mencionó ir a un concierto en el Hollywood Bowl. Pensé, claro, ¿por qué no?

Cuando llegó a recogerme, tenía un enorme ramo de flores y una cena de picnic que había cocinado y le pidió a un transeúnte que nos tomara una foto. Este fue el primer indicio que tuve de que mis amigos podrían tener razón.

Ya teníamos planes para asistir a un concierto de Depeche Mode (dijo que tenía un boleto adicional) la semana siguiente. No quería arruinarle el concierto, así que decidí que, después del concierto, me sentaría con él y le aclararía que solo podíamos ser amigos.

En el concierto me pasó el brazo por el hombro. En el coche camino a casa me cogió la mano. Tan pronto como llegamos a casa le dije que necesitábamos hablar.

Lo miré a los ojos y le dije: Sabes que solo salgo con judíos. Quiero criar a mis hijos judíos. Respondió: No tengo problema con eso.

Me quedé impactada. Luego proclamé la frase asesina segura de las relaciones: Y no quiero cambiar mi apellido. Respondió: No tengo problema con eso.

No tenía otras excusas para evitar que esto sucediera, así que dije: Supongo que podemos intentar salir juntos. Luego dijo: Está bien, entonces somos exclusivos, ¿verdad?

No era lo que tenía en mente, pero no estaba saliendo con nadie más, y fácilmente podría terminar la relación cuando mi pareja perfecta apareciera en Jdate. Nunca encontré esa pareja perfecta.

Diecisiete años después de nuestra “cita” al concierto de Depeche Mode, hay una mezuzah en nuestra puerta principal. Cada diciembre, Mike me ayuda a poner nuestras luces y decoraciones de Hanukkah. Se mantiene tranquilo mientras me estreso preparándome para nuestro Seder de Pascua.

A medida que se acerca el bar mitzvah de nuestro hijo mayor, pienso en todos los años que pasé buscando a mi hombre judío perfecto y me doy cuenta de la suerte que tengo de que me haya encontrado el hombre correcto.

Barrie y Mike viven en el Condado de Orange con sus tres hijos judíos vietnamitas Jake, Hayden y Brady.

L.A. Affairs narra la búsqueda de amor en y alrededor de Los Ángeles. Si tiene comentarios o una historia real que contar, envíenos un correo electrónico a LAAffairs@latimes.com.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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